Me viene a la cabeza la imagen de una película en blanco y negro en la que el paisaje se colorea al paso del personaje protagonista. De repente, la irrupción del color, que lo cambia todo. La vida se despereza y se convierte en otra cosa.
Un día resulta que te despertás y Serrat te está susurrando al oído su maravillosa "De vez en cuando la vida", que afina con el pincel.
Me encanta.
(Obviemos el final de la canción, porque perseguir la felicidad vital -o lo que más se le acerque- es una obligación de medios y no de resultado).