Tenía un compromiso laboral en Barcelona, y allí que me fui, en el AVE, con mi maletita de ruedas. Por el camino aprendí que no conviene viajar con pantalones blancos, por muy estupenda que te sientas al ponértelos.
1º) Primer manchón al subir la maleta al autobús... y apenas si había salido de casa! Me pasé todo el trayecto dándome golpes en las piernas para intentar quitar las manchas. Había un niño que no dejaba de mirar asombrado como me autolesionaba.
2º) En la estación de tren no se me ocurrió mejor idea que comprarme un café para llevar, lo que añadió un elemento de riesgo adicional que cualquier persona sensata habría evitado...pero yo no. Eso sí, todo el rato trataba de quitar de mi cabeza la imagen del café derramándose por mis pantalones, porque dicen que si piensas mucho en algo al final sucede.
3º) Segundo manchón al subir la maleta al tren. Nueva tanda de golpes.
4º) Ya sentada y terminado mi café, no había dónde dejar el vaso vacío, así que lo puse en el bolsillo trasero del asiento de delante de mí. Un rato más tarde, con un desafortunado movimiento de pierna conseguí, sin proponérmelo, sacarlo del bolsillo y tirármelo encima. Menos mal que estaba vacío, que si no se habría cumplido la profecía.
5º) Estaba vacío pero no era del todo improbable alguna pequeña mancha, así que me dispuse a examinar la zona para hacer el correspondiente control de daños. Tenía la bandeja bajada, de modo que la subí para agacharme, pero no la trabé bien y se bajó cuando acercaba mi cara, dándome un golpazo en los belfos que hizo que la ortodoncia se me tatuara en la cara interior del labio superior. "Pero no hay mancha de café en el pantalón, que es lo importante", pensé, entre lágrimas.
6º) Tercer manchón al bajar la maleta del tren.
Llegué al hotel y como tenía un par de horas libres me interrogué: ¿aprovecho el tiempo para adecentarme y cambiarme los pantalones......o me voy a las Ramblas? A las Ramblas, obvio.
7º) Después de comer una ensalada de salmón en una terraza de la Plaça Reial, decidí tomarme un helado... y voy y me lo pido de chocolate bien bien bien oscuro! Cuando me di cuenta me entró un poco de risa, la verdad. Es que soy mi máxima saboteadora.
Pero he de decir que el riesgo valió la pena.