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viernes, 17 de abril de 2015

Portugal reloaded


Y sí, tengo suerte. Una vez más se me ha ofrecido la oportunidad de ir a la hermosa Lisboa. 

Pero nada es perfecto, así que fue, como casi siempre, visto y no visto: apenas unas horitas robadas al trabajo y con indumentaria laboral -absolutamente inadecuada para paseos-.
Sea como sea, siempre es un placer perderse por Baixa-Chiado y Alfama, y, cómo no, catar el Bacalhau à Brás con un buen vino portugués.



domingo, 1 de diciembre de 2013

Lisboa

Visité Lisboa hace varios años, muchos, en un viaje que recuerdo como de total paz interior. Me fui sola cuatro días de una Semana Santa, con un libro.

Conocí una Lisboa bella y generosa, toda para mí, sin prisas; una Lisboa de paseos interminables y tardes tibias, sin más compromiso que visitar barrio a barrio y decidir dónde sentarme a leer delante de un café.

Hace un par de semanas volví por trabajo, y aunque me reservé dos horas para pasear intentando emular las sensaciones de aquel viaje, no fue lo mismo, porque ni yo tenía el ánimo apacible ni la ciudad era la misma que aquella que yo recordaba, entonces más semejante en espíritu a lo que hoy es la nostálgica Porto. Las dos estábamos distintas, ambas sin tiempo de mirarnos a los ojos un jueves laborable.

Aún así, creo que nos reconocimos.




domingo, 3 de junio de 2012

Viviendo al límite

Tenía un compromiso laboral en Barcelona, y allí que me fui, en el AVE, con mi maletita de ruedas. Por el camino aprendí que no conviene viajar con pantalones blancos, por muy estupenda que te sientas al ponértelos.
1º) Primer manchón al subir la maleta al autobús... y apenas si había salido de casa! Me pasé todo el trayecto dándome golpes en las piernas para intentar quitar las manchas. Había un niño que no dejaba de mirar asombrado como me autolesionaba.
2º) En la estación de tren no se me ocurrió mejor idea que comprarme un café para llevar, lo que añadió un elemento de riesgo adicional que cualquier persona sensata habría evitado...pero yo no. Eso sí, todo el rato trataba de quitar de mi cabeza la imagen del café derramándose por mis pantalones, porque dicen que si piensas mucho en algo al final sucede. 
3º) Segundo manchón al subir la maleta al tren. Nueva tanda de golpes.
4º) Ya sentada y terminado mi café, no había dónde dejar el vaso vacío, así que lo puse en el bolsillo trasero del asiento de delante de mí. Un rato más tarde, con un desafortunado movimiento de pierna conseguí, sin proponérmelo, sacarlo del bolsillo y tirármelo encima. Menos mal que estaba vacío, que si no se habría cumplido la profecía.
5º) Estaba vacío pero no era del todo improbable alguna pequeña mancha, así que me dispuse a examinar la zona para hacer el correspondiente control de daños. Tenía la bandeja bajada, de modo que la subí para agacharme, pero no la trabé bien y se bajó cuando acercaba mi cara, dándome un golpazo en los belfos que hizo que la ortodoncia se me tatuara en la cara interior del labio superior. "Pero no hay mancha de café en el pantalón, que es lo importante", pensé, entre lágrimas.
6º) Tercer manchón al bajar la maleta del tren.
Llegué al hotel y como tenía un par de horas libres me interrogué: ¿aprovecho el tiempo para adecentarme y cambiarme los pantalones......o me voy a las Ramblas? A las Ramblas, obvio.
7º) Después de comer una ensalada de salmón en una terraza de la Plaça Reial, decidí tomarme un helado... y voy y me lo pido de chocolate bien bien bien oscuro! Cuando me di cuenta me entró un poco de risa, la verdad. Es que soy mi máxima saboteadora.
Pero he de decir que el riesgo valió la pena.

martes, 27 de marzo de 2012

Oporto 2012

Google no se puede creer.... TODO está conectado. Es el verdadero Gran Hermano.
Ahora resulta que también tengo cuenta en Youtube!

Bueno, el caso es que llevo unos días experimentando con IMovie, y por fin terminé esta especie de resumen gráfico (muy muy muy resumido) de lo que vi en estos dos meses. Seguro que a mi hermano S. le parecerá absolutamente rudimentario, pero para ser la primera vez seguro que no está tan mal....

 

El gallo de Barcelos

Los fines de semana en Oporto los dedico casi siempre al turismo. El sábado pasado conecté mi Tom Tom y lo programé para que me llevara a Barcelos. ¡Cómo no conocer la ciudad del famoso gallo que simboliza al país entero!
¿No conocen la leyenda? Les cuento: 
Resulta que un peregrino gallego que se preparaba para salir de Barcelos rumbo a Santiago de Compostela, fue acusado de robarle la plata al terrateniente y condenado a morir en la horca. Su última voluntad fue que lo llevaran una vez más ante el juez, que en ese momento estaba a punto de comerse un gallo asado. El peregrino le dijo que, como prueba de su inocencia, el gallo se levantaría y cantaría. El juez no le creyó y echó el plato a un lado, pero mientras ahorcaban al peregrino, el gallo se puso a cantar. El juez corrió a la horca y descubrió que el peregrino se había salvado gracias a un nudo mal hecho.

Además de las típicas figuritas y reproducciones en el soporte que se les ocurra, el gallo está en las calles. Aquí algunas muestras:





;-)

jueves, 22 de marzo de 2012

Senhoras portuenses

Mercado do Bolhao
Mercado do Bolhao
Mercado do Bolhao

Porto

Portugal tiene algo decadente y encantador, que se vive especialmente en Oporto. Su casco antiguo esconde casas y palacetes abandonados. No se abandonan sin más: se ciegan ventanas y se tapian puertas. Algunos incluso se vacían de techos y pisos por dentro, adelgazándose hasta convertirse en meras fachadas. Las casas enmudecen y se dejan arrastrar por el tiempo, a la espera de épocas mejores...porque saben que algún día serán rescatadas del olvido y serán desenmascarados sus colores, su alma.

Porto se adormila junto al Duero. Desde lo alto, sus magníficos edificios observan la batalla de la ciudad contra el tiempo. Y va ganando el tiempo..., pero su triunfo consigue acentuar todavía más el romanticismo que anida en las calles y jardines.

Porto es gris cuando el día es gris, y brilla cuando brilla el sol, en un intento de pasar desapercibida para recogerse mejor en su nostalgia.

Porto es una ciudad para estar sola, recorrerla y respirarla en silencio. Y, sobre todo, para sentarse en uno de sus apacibles rincones a pensar en volver, siempre volver a Porto.