Porto se adormila junto al Duero. Desde lo alto, sus magníficos edificios observan la batalla de la ciudad contra el tiempo. Y va ganando el tiempo..., pero su triunfo consigue acentuar todavía más el romanticismo que anida en las calles y jardines.
Porto es gris cuando el día es gris, y brilla cuando brilla el sol, en un intento de pasar desapercibida para recogerse mejor en su nostalgia.
Porto es una ciudad para estar sola, recorrerla y respirarla en silencio. Y, sobre todo, para sentarse en uno de sus apacibles rincones a pensar en volver, siempre volver a Porto.
Es admirable lo bien que escribis Carita..me encanta leerte
ResponderEliminarBesito enorme