domingo, 1 de diciembre de 2013

Lisboa

Visité Lisboa hace varios años, muchos, en un viaje que recuerdo como de total paz interior. Me fui sola cuatro días de una Semana Santa, con un libro.

Conocí una Lisboa bella y generosa, toda para mí, sin prisas; una Lisboa de paseos interminables y tardes tibias, sin más compromiso que visitar barrio a barrio y decidir dónde sentarme a leer delante de un café.

Hace un par de semanas volví por trabajo, y aunque me reservé dos horas para pasear intentando emular las sensaciones de aquel viaje, no fue lo mismo, porque ni yo tenía el ánimo apacible ni la ciudad era la misma que aquella que yo recordaba, entonces más semejante en espíritu a lo que hoy es la nostálgica Porto. Las dos estábamos distintas, ambas sin tiempo de mirarnos a los ojos un jueves laborable.

Aún así, creo que nos reconocimos.




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