miércoles, 27 de junio de 2012

Bobby II

Les presento a mi disco portátil. 

Su función oficial es contener copia de seguridad de todo mi trabajo, pero él y yo sabemos que es mucho más que eso: él tiene siempre la versión última de todo, y en cambio los diversos ordenadores que pasan por su vida a lo largo de la semana apenas si logran ponerse el día cuando tienen la suerte de recibirlo.

Hace poco perdió protagonismo en favor de una aplicación que permite guardar los archivos en la nube. Él se limitó a aguantar calladamente la traición, con la tranquilidad que le daba el saber que me aporta algo que nadie más puede: pone a mi disposición la información sin necesidad de conexión a internet. Sus competidores pueden ser más eficientes si se dan las condiciones para ello, pero son gigantes con pies de barro.

Se empezó a descascarar al poco de comprarlo, seguramente porque intuía el traqueteo que le esperaba, siempre conmigo de campus en campus, de institución en institución, de país en país.

sábado, 16 de junio de 2012

Sé original: no tunées

Observo con fascinación cómo la gente decora sus autos.
No me parece mal, dado que se pasan muchas horas en su interior, aunque personalmente me gustan más los coches que conservan su carácter instrumental y austero, los que se resisten a pasar por la indignidad del tuneo doméstico.
En esto, como en todo, ha habido modas: dejando de lado las tendencias de colectivero (dados de peluche, estampitas en el parasol, asiento de bolas o camisetas a modo de fundas grunge), todo comenzó con el pino aromatizador que se colgaba del espejo retrovisor, siempre que no estuviera ya ocupado el espacio por un rosario. Poco a poco, estos adornos fueron sustituidos por las cintas deportivas o patrióticas, y para quienes aún quieran aromatizar su automóvil hay unas mini botellitas de ambientador muy monas también para colgar, renegando así de su clásica posición en la salida del aire acondicionado.
El interiorismo hizo furor con las cajas de pañuelos de papel, que en un principio yo creí destinadas a atender imponderables infantiles, pero me quedé muerta cuando las vi también en coches de solteros y sin compromiso. Imagino que serían grandes moqueadores...
Me hizo gracia, al principio, la instalación de perritos afirmativos (esos cuya cabeza basculaba al ritmo de los movimientos del coche). Cuando en un semáforo veía uno en el tablero de otro coche, me quedaba como hipnotizada mirando cómo su cabecita iba poco a poco calmándose del frenazo.
Estos perritos fueron sustituidos por sus primos inmóviles, los de peluche, que se acomodaron en los tableros traseros como podrían haber estado en la estantería de una habitación. También pensé al principio que era cosa de autos con niños... pero no. Incluso algunos conductores ponían sus peluches mirando por el cristal, en plan "que todo el mundo vea este muñeco precioso en mi tablero y me admire por lo buen decorador que soy".
Y luego llegaron los sombreros de paja. De ala ancha, estilo pamela, modelo panamá, con publicidad... Si había un sombrero olvidado en algún armario y era de paja o al menos lo parecía, su lugar natural pasó a ser el tablero trasero del auto. Claro que, como todo no cabe, había que quitar los peluches y, para los más pasados de moda, incluso la caja de pañuelos.
Y en el exterior, no me digan que no se les viene a la cabeza la calcomanía de la famosa margarita: esa flor tan sencilla, con sus pétalos blancos y el centro amarillo, que de pronto floreció en el 90% de las carrocerías. Los clásicos las pusieron atrás, a un lado de la matrícula. Los más osados la situaron justo en la puertita de la toma de gasolina. Incluso hubo quienes se esmeraron y pusieron varias de distintos tamaños (lo que se dice una composición floral).
A mí me gustaba, pero su generalización inmediata, casi promiscua, me hartó enseguida. Para el común de los mortales que sucumbió, imagino que fue doloroso tener que situar la margarita en donde siempre había estado la calcomanía del pueblo natal o ancestral, o del Che, o de Janis Joplin, o del toro de osborne.
Ahora también la margarita ha pasado de moda.... y yo me pregunto qué será lo próximo que despierte el sentimiento gregario de la población motorizada y hala, toooodos a decorar otra vez. 
Les confieso que me estoy riendo, porque, puesta a poner cosas absurdas, pensé: "Ya sé ¿Por qué no el feng-shui del auto?", pero resulta que, aunque parezca mentira, una rápida comprobación en google demuestra que eso ya existe.
Claro que hasta que no se ponga de moda, es como si no existiera.

domingo, 3 de junio de 2012

Viviendo al límite

Tenía un compromiso laboral en Barcelona, y allí que me fui, en el AVE, con mi maletita de ruedas. Por el camino aprendí que no conviene viajar con pantalones blancos, por muy estupenda que te sientas al ponértelos.
1º) Primer manchón al subir la maleta al autobús... y apenas si había salido de casa! Me pasé todo el trayecto dándome golpes en las piernas para intentar quitar las manchas. Había un niño que no dejaba de mirar asombrado como me autolesionaba.
2º) En la estación de tren no se me ocurrió mejor idea que comprarme un café para llevar, lo que añadió un elemento de riesgo adicional que cualquier persona sensata habría evitado...pero yo no. Eso sí, todo el rato trataba de quitar de mi cabeza la imagen del café derramándose por mis pantalones, porque dicen que si piensas mucho en algo al final sucede. 
3º) Segundo manchón al subir la maleta al tren. Nueva tanda de golpes.
4º) Ya sentada y terminado mi café, no había dónde dejar el vaso vacío, así que lo puse en el bolsillo trasero del asiento de delante de mí. Un rato más tarde, con un desafortunado movimiento de pierna conseguí, sin proponérmelo, sacarlo del bolsillo y tirármelo encima. Menos mal que estaba vacío, que si no se habría cumplido la profecía.
5º) Estaba vacío pero no era del todo improbable alguna pequeña mancha, así que me dispuse a examinar la zona para hacer el correspondiente control de daños. Tenía la bandeja bajada, de modo que la subí para agacharme, pero no la trabé bien y se bajó cuando acercaba mi cara, dándome un golpazo en los belfos que hizo que la ortodoncia se me tatuara en la cara interior del labio superior. "Pero no hay mancha de café en el pantalón, que es lo importante", pensé, entre lágrimas.
6º) Tercer manchón al bajar la maleta del tren.
Llegué al hotel y como tenía un par de horas libres me interrogué: ¿aprovecho el tiempo para adecentarme y cambiarme los pantalones......o me voy a las Ramblas? A las Ramblas, obvio.
7º) Después de comer una ensalada de salmón en una terraza de la Plaça Reial, decidí tomarme un helado... y voy y me lo pido de chocolate bien bien bien oscuro! Cuando me di cuenta me entró un poco de risa, la verdad. Es que soy mi máxima saboteadora.
Pero he de decir que el riesgo valió la pena.