domingo, 2 de septiembre de 2012

Dietas

Durante la primera mitad larga de mi vida fui de esas personas afortunadas que podían comer de todo y a todas horas, sin engordar ni un gramito. Tanto era así, que a veces me daba ganas de hacer régimen tan solo por probar qué se sentía. Pero mis apetencias gastronómicas no me dejaban llegar muy lejos. Recuerdo una vez que había decidido empezar un régimen y esa misma mañana, nada más levantarme en el que sería mi primer día de dieta, vi una fuente de ravioles en la heladera. Me los desayuné inmediatamente.
No sé bien en qué momento fue, pero llevo ya años en los que mi cuerpo se comporta como el del común de los mortales, y si no cierro el buche... pues engordo. Es verdad que, según dice mi cuñada, no engordo tanto para lo muchísimo que como, y eso es indudablemente una suerte, pero aún así digamos que si no me cuido, termino con dos talles más de ropa.
La nueva tesitura me hizo pasar por varios períodos de régimen, acometidos cada uno de ellos con la fascinación de las obsesiones que rigen mi vida. Dietas de menús fijos, dietas disociadas por días, dietas de puntos, dos tazas de agua caliente en ayunas... Todo funcionó inicialmente y luego ya no, en buena parte por mi incapacidad para atenerme a las reglas más allá de lo que duraba la obsesión. Bueno, lo del agua funcionó porque me daba nauseas y entonces se me cerraba el estómago durante varias horas, pero una vez que me acostumbré podía tomarme el agua y después desayunar como una reina. Respecto del desayuno, también probé eso de que es la comida más importante del día y hay que comer mucho a la mañana para hacerlo en menor cantidad durante el día, e igualmente hice la prueba con lo de comer cinco veces diarias. Con estas dos técnicas terminé comiendo más cantidad y engordé.
También he de confesar que con la comida a veces me pasa algo muy curioso. Si tengo ganas de comer algo, tipo antojo, funciona como una especie de droga que nubla mi cerebro y se me olvida (¡sí, se me olvida!) que estoy pretendiendo hacer dieta. Mi madre llegó a recomendarme sacarme una foto y ponerla en la puerta de la heladera, para "recuperar la memoria" en el momento álgido.
Otro elemento que juega invariablemente en mi contra es que busco apoyo en foros de internet (porque una obsesión no es completa si no participa internet de alguna manera) y resulta que en estos foros no parece haber gente que simplemente quiera bajar unos kilitos, sino que están copados por quienes parten de un sobrepeso significativo. Así que tuve que aguantar que me prohibieran la entrada y/o que me llamaran enferma y me aconsejaran ver a un psiquiatra. Por supuesto que yo no pretendía ni pretendo tener aspecto de anoréxica, pero no pienso aceptar sin más, como me decían, que con los años se gana peso y hay que aguantarse, o que para la edad y altura que tengo estoy muy bien. Sé perfectamente con qué peso he estado mejor teniendo ya esta altura, y cumplir años no tiene por qué ser, desde mi punto de vista, un inexorable camino hacia el engorde.
El caso es que un día mi marido me contó que había una dieta que estaba haciendo furor en Francia, basada en las proteínas, y que el libro del autor se vendía como un best-seller. Lo vimos en los anaqueles del supermercado y, como un juego, lo compramos y decidimos probar los dos juntos. ¡Y ha sido una maravilla! He leído grandes críticas a esta dieta y no pienso perder el tiempo en rebatirlas. Sólo diré que a nosotros nos ha funcionado.
Desde que la terminamos, más o menos una vez por semana hacemos un día de dieta que nos permite compensar los excesos. Hoy tocaba, ¡sobre todo porque ayer nos pasamos un montón en el cumpleaños de mi sobrino! Mi marido se comió unos bifes pero yo no tenía ganas de carne de vaca, así que me preparé esto, sacado de internet:
Bocaditos de atún a la mostaza:
Mezclar enérgicamente 2 huevos, 2 cucharadas soperas de queso batido 0%, 1 latita de atún natural, 1 cucharada sopera de mostaza Dijon, pimienta. Volcar la preparación en moldecitos de silicona y al horno 190º unos 20 minutos.
Quiche de surimi:
Batir 3 huevos, 4 cucharadas de queso batido 0%, un chorro de leche desnatada, 250 gr. de palitos de surimi picados, sal, pimienta, perejil y orégano. Engrasar la cubeta de la Fussioncook, volcar la mezca, poner la tapa con la bálbula abierta, menú horno 25 minutos. 
Como el surimi no es lo que más nos gusta del mundo, la próxima vez lo sustituiré por jamón york.

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