domingo, 1 de diciembre de 2013

Lisboa

Visité Lisboa hace varios años, muchos, en un viaje que recuerdo como de total paz interior. Me fui sola cuatro días de una Semana Santa, con un libro.

Conocí una Lisboa bella y generosa, toda para mí, sin prisas; una Lisboa de paseos interminables y tardes tibias, sin más compromiso que visitar barrio a barrio y decidir dónde sentarme a leer delante de un café.

Hace un par de semanas volví por trabajo, y aunque me reservé dos horas para pasear intentando emular las sensaciones de aquel viaje, no fue lo mismo, porque ni yo tenía el ánimo apacible ni la ciudad era la misma que aquella que yo recordaba, entonces más semejante en espíritu a lo que hoy es la nostálgica Porto. Las dos estábamos distintas, ambas sin tiempo de mirarnos a los ojos un jueves laborable.

Aún así, creo que nos reconocimos.




jueves, 29 de agosto de 2013

La Guerra de las Galaxias a crochet/ganchillo


Darth Vader y la princesa Leia no lo pueden creer.
(Buenos Aires, Argentina)

Lo que la ciudad esconde (9)

"Las calles son nuestras aunque el tiempo diga lo contrario" (Buenos Aires, Argentina, frente al Ministerio de Educación)

Lo que la ciudad esconde (8)

Uspallata (Mendoza, Argentina)

Lo que la ciudad esconde (7)

 Cuando veo fuentes o estatuas, me encanta acercarme al detalle, que creo que a veces se pierde inmerecidamente en la grandiosidad del conjunto.
Parque San Martín (Mendoza, Argentina)
Parque San Martín (Mendoza, Argentina)

Cementerio de La Recoleta (Buenos Aires, Argentina)
Parque San Martín (Mendoza, Argentina)
Cerro de la Gloria (Mendoza, Argentina)
Techo del Teatro Colón (Buenos Aires, Argentina)


Combinación étnica

Milanesa a la napolitana y...LOCRO! De muerte.
En Villa las Cuevas (Mendoza, Argentina)

lunes, 17 de junio de 2013

¿El cuarentazo?

Voy a cumplir 43. De toda la vida me han dicho que aparento menos, y debe ser generacional (¿habría algo en el agua?) porque eso es algo que les pasa a casi todas las amigas de mi edad. Lo que ocurre es que las apariencias también cumplen años, y mis amigas y yo, lamentablemente, por mucho que no parezcamos de cuarenta y tantos, ya nos enfrentamos a que nos llamen "señora" en el supermercado. Señoras mucho más jóvenes de lo que somos en realidad, pero señoras al fin. Y bué, c'est la vie... 
Pero eso no significa que no me obsesione delante del espejo y busque el producto milagroso que me devuelva al "señorita". A juego con mi pelo largo, en un acto de rebeldía más.
El caso es que desde hace bastante tiempo soy dolorosamente consciente de lo que es el óvalo facial; realidad que hasta hace unos años me era, no ya desconocida, sino directamente incomprensible.

Por otro lado, el que me conozca un poquito sabe que una obsesión recurrente en mi vida son las cosas naturales. De vez en cuando me agarran ataques de naturalismo, y empiezo a comer como si fuera intolerante a la lactosa y al gluten, compro en herbolarios lo que Carrefour tiene en sus baldas cuatro veces más barato, experimento con la cocina vegetariana y con la macrobiótica, me pongo a hacer yoga hasta que estoy a un paso de convertirme al budismo (li-te-ral), me apunto a gimnasios a los que voy cada día en todos los huecos que tengo.... En fin, una obsesión como otra cualquiera, que, al igual que todas y cada una de ellas, va y viene.

Pues bien, poniendo en combinación ambas obsesiones, y por culpa de internet, que es mú malo, desde hace unos meses estoy en modo "cuidados naturales", que tiene dos subsecciones: pelo y rostro. 
En relación con el pelo, no sé muy bien cuál es el problema con las siliconas y los parabenos, pero al parecer, entre que estén o no en el champú y en el suavizante, mejor que no. Así que yo los he desterrado de los míos; sin más, de un día para el otro, con rotundidad. Y no solo eso; ya puesta, en mi línea de intensidad obsesiva absoluta, he quitado también los sulfatos, que por algo algunas marcas se promocionan como "sulfate free", ¿no?
¿Mi pelo está mejor? mmmm, no podría afirmarlo. Eso sí, peor no está, y ya sin parabenos, siliconas y sulfatos, digo yo que al menos se sentirá más libre. Es como cuando sustituyo la leche por soja; no es que mi cuerpo lo note, pero me siento anímicamente mejor. Pues eso.
En la cara sí que noto más diferencia, gracias a la entrada de los aceites en mi vida. Nada de aceites esenciales, no, los aceites vegetales de botellas de medio litro.
Primero probé a ponerme aceite de almendras, y no estaba mal. También probé con la rosa mosqueta, mejor. Pero el punto de inflexión me lo dio Kiehl's. Verán, resulta que esta marca tiene un serum de aceites esenciales que todos dicen que es fantástico y que cuesta algo así como UN MONTÓN. Una vez me dieron una muestra, y no estaba mal, pero tampoco era para tirar cohetes teniendo en cuenta el precio estratosférico: simplemente me levantaba con la cara con aspecto más hidratado. Un día me dije: si esto al fin y al cabo son aceites, ¿por qué no probar con este que tengo aquí, en la alacena? Y en este afán empírico me eché unas gotas de aceite de oliva, porque recordaba que una amiga decía que su abuela se lo había echado en la cara toda la vida y tenía la piel fantástica. Y ¿a que no saben que pasó? Sí, justamente. Salvo por el olor a ensalada en vez de a romero y lavanda, mi cara amaneció con el mismo efecto, e incluso un poco mejor porque además estaba muy suavecita.
Así que alterno la oliva con el argán, que es otra maravilla que no tiene nada que envidiarle al serum de Kiehl's. Eso sí, el aceite de argán que tengo, obviamente, es el de medio litro que es apto para cocinar. Nada de frasquitos diminutos igual de caros que el serum famoso. Natural, natural, tanto que me lo podría beber. Y va de lujo.

martes, 22 de enero de 2013

De cuidados de belleza y videos

Hace poco me compré una plancha para el pelo. No es que lo tenga especialmente encrespado, ni que tenga tiempo para enlaciarlo del todo o para hacerme rizos. Normalmente, apenas si tengo tiempo para darle una pasada de secador al flequillo y el resto se seca al aire mientras voy a trabajar. Peeeero me compré una plancha para el pelo, sí señor.
¿Por qué? Porque estaba en ese momento consumo que de vez en cuando me da (la crisis lo ha mitigado notablemente, pero a veces sale a la superficie a respirar). Y también por experimentar aprovechando las rebajas, todo sea dicho.
Y eso fue el inicio de una nueva obsesión, cómo no.
La sucesión de los acontecimientos, a lo largo de varios días, ha sido la siguiente:
1) Compro la plancha.
2) Veo en youtube videos sobre cómo usarla, que explican que al final hay que poner laca.
3) La uso y me pongo laca, pero me queda un churro, así que la uso otra vez sobre el pelo enlacado.
4) Me quiero morir de cómo se ha quedado mi pelo.
5) Veo videos sobre remedios rápidos para el pelo reseco, y concluyo que hay productos que pueden ir bien.
6) Voy a buscar el protector para el calor, el serum para puntas estropeadas... y otra laca, a ver si el problema es que la que tenía en casa era una porquería. Sí, va a ser eso, seguro.
7) Compro el protector para el calor, una laca suave, el serum, y también un tratamiento de keratina que tiene buena pinta.
8) No tengo tiempo para probar otra vez con la plancha, así que no uso ni el protector para el calor ni la laca. Pero tras lavarme el pelo me echo la keratina.
9) Me quiero morir de cómo sigue mi pelo.
10) Veo más videos sobre pelo reseco y concluyo que un remedio drástico pero efectivo es masajearlo con aceite de oliva o de almendras dulces. Tengo aceite de almendras dulces de una obsesión anterior, así que genial por el aprovechamiento: me lo pongo.
11) Tras lavarme el pelo, me echo otra vez keratina, que se supone que lo revitaliza.
12) Me quiero morir de cómo sigue mi pelo. A ver si va a ser la keratina....
13) Más aceite, lavado y NO keratina. Serum en las puntas...y voilà! pelo mucho mejor. Maldita keratina. Viva el aceite y el serum.

La búsqueda de videos sobre el pelo ocasionó una obsesión paralela: videitos, en general, sobre cuidados de la piel, cuidados naturales, maquillaje, productos cosméticos... en fin, todo un mundo. Buscando una cosa no paraba de encontrar otras que, de paso, me parecían interesantes. Descubrí que hay una cantidad ingente de mujeres de las edades más variopintas que dedican una parte importante de su tiempo a subir videos para explicar qué cosméticos volverían a comprar y cuáles no, para mostrar sus últimas compras de maquillaje o de ropa, para explicar sus rutinas de limpieza de cutis, qué llevan en el bolso, cómo ordenan sus pinturitas de la cara, cómo se delinean los ojos, etc. etc. etc. Ellas son las culpables de que me haya comprado un eyeliner en gel que no soy capaz de dominar, una sombra con brillitos que parece que me hayan echado purpurina en la cara con un aspersor, una brocha para la sombra que se supone que es para marcar sólo la profundidad del párpado pero que a mí me lo barre entero (eso sí, quedé bárbaro cuando la pedí expresamente de pelo natural porque era para sombras en polvo y no en crema), y una esponja "konjac" para exfoliar la cara que no exfolia pero da mucho gustito al masajear.
Y ahora estoy con los desmaquillantes y aledaños, en una una combinación de cosmética y gastronomía interesante: ya tengo mi tónico casero hecho de agua de arroz, porque los comprados tienen alcohol y eso, al parecer, reseca mucho la piel. He de decir que ayer lo usé por primera vez y me dejó la cara cual cartón, cosa que me extrañó porque las videoexpertas dicen que eso no pasa, no pasa y no pasa. Así que, en un alarde de iniciativa ahora que manejo los rudimentos de la cosmética natural, le eché unas gotitas de aceite de almendras y debo decir que hoy me lo he vuelto a poner y siento la cara mucho mejor. Y como desmaquillante de ojos, he acabado experimentando, otra vez, con aceite, porque también hay muchos "tips" al respecto en youtube. Aceite de almendras en un ojo y aceite de oliva en el otro, para comparar (lo hice cuando estaba sola, porque esos momentos son menos patéticos en soledad, aunque después venga acá y lo suelte todo). Y debo decir que ambos son mejores que cualquier desmaquillante de ojos que yo haya probado; y entre ellos es más eficaz el de oliva.
Eso sí, me están saliendo unos granitos sospechosos en la cara, y no sé si será de tanto aceite, de las nuevas pinturitas, de la esponja konjac o de los alfajores que me regaló una de mis cuñadas y que me zampé en dos semanas con la excusa de que caducan.
He aquí mi aportación al mundo de la belleza femenina.