Hoy por fin tengo un respiro, corto pero respiro al fin, en un ciclo de trabajo de esos que me absorben completamente. Yo siempre estoy trabajando mucho; como dice mi madre, realmente a mí eso me gusta. No sé si lo que me gusta es trabajar mucho, o más bien saber que eso es la consecuencia de que se cuenta conmigo para muchas cosas interesantes. La bendita implicación, otra vez...
A veces me doy cuenta de que el trabajo pasa a un primer plano en mis prioridades, por una cuestión de responsabilidad obsesiva, convirtiéndose en una anestesia para todo lo que me rodea. Lo que otros se tomarían con más calma, a mí me captura intensamente y por completo. Postergo a todo el mundo, empezando por los más cercanos... tal como lo hago conmigo misma aunque con la diferencia de que yo soy una incondicional mía y asumo con comprensión mis decisiones -soy la única que nunca me digo que no-, pero los demás no tienen por qué pasar por mis sacrificios autoimpuestos. ¿Comer? No hay tiempo. ¿La casa se viene abajo del desorden? Ya me ocuparé cuando pueda. ¿La familia se reúne? Bien por ellos. ¿Mi marido me reclama? Debe ser más generoso.
Nada importa cuando el trabajo sube al primer puesto de mis obsesiones. Bueno, en realidad todo se desdibuja cuando algo, lo que sea, sube a ese primer puesto, pero la diferencia es que el trabajo implica una responsabilidad hacia terceros, y ahí...ahí el mundo puede desmoronarse que yo estoy anestesiada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario